11/5/09

Spiegel


Leer en la escuela:
Una pócima para abrir horizontes


ALEJANDRO SPIEGEL


La lectura es un instrumento y a la vez un escenario para crear horizontes. Un libro puede ser un puente para imaginar futuros y la escuela, una plataforma desde la que se puede empezar a construirlos.

Al ver un horizonte -en el más amplio de los sentidos- aparecen caminos por recorrer, futuros posibles. Miramos con perspectiva y damos un paso atrás: muchas veces nos parece que vemos todo lo que hay; que todo tiene nuestra medida. A partir del horizonte nos reencontramos insertos en el universo y podemos reubicar nuestras expectativas y esperanzas. También nuestras desilusiones.

Pensar con horizontes permite ver el bosque sin perderse en las raíces. Podemos levantar la vista, mirar con profundidad y, a la vez -quizas paradójicamente-, bucear dentro de nosotros mismos. Los aprendizajes abren horizontes.

Tener horizontes es también un derecho y la escuela es el lugar de su restitución. En ese sentido, la lectura y el libro -como portador universal de cultura- siguen teniendo un lugar y una función estratégica. El libro aun es la máquina mas cómoda para leer, aunque hayan aparecido máquinas alternativas:

"Adopta la postura más comoda: sentado, tumbado, aovillado, acostado, de espaldas, de costado, boca abajo. En un sillón, en el sofá, en la mecedora... En la hamaca, si tienes una. Sobre la cama, naturalmente, o dentro de la cama. También puedes ponerte cabeza abajo, en postura yoga. Con libro invertido, claro.1"

A diferencia de lo que ocurre con otros dispositivos, leer un libro es una experiencia en la que el tiempo juega del lado del lector. Son sus deseos y sus posibilidades los que proponen el ritmo en que avanza, marca y retrocede por páginas que lo acompañan adonde vaya y cuando quiera.

Por otra parte, los libros son testigos, representan -y hablan de- la intimidad de sus dueños. Nadie hace marcas en un libro que no tengan que ver consigo mismo. Esto es tan así que algunos -como Humberto Eco, según decía en una entrevista- no prestan libros que hayan subrayado o marcado de alguna manera.

La sociedad del conocimiento, en la que una imagen borra a la otra y una noticia desaparece rápidamente de la escena por superposicion con otra nueva, no es más transparente, sino más compleja, opaca, caótica y difícil de leer: ya no vamos hacia la información sino que esta viene hacia nosotros permanentemente, mucha y a gran velocidad, por distintos medios, con diferentes códigos y lenguajes. Y, por si fuera poco, llega fragmentada y confusa. De aquí se derivan nuevos desafíos y nuevos mensajes para leer, y la lectura convencional es imprescindible y básica para enfrentarlos.

Es decir, si pretendemos que las nuevas generaciones lean con autonomía incluso los diversos mensajes que les llegan a través de la televisión o del internet, que los puedan discernir, clasificar y seleccionar críticamente; si esperamos que estén atentos a las influencias a las que están expuestos y que tengan oportunidades para decodificarlas, tenemos que brindarles en la escuela las herramientas necesarias.

Allí los niños y jóvenes pasan muchas horas por día para construir los conceptos, actitudes y procedimientos necesarios para su vida adulta. De este modo, la experiencia escolar de la lectura ensancha horizontes: permite que los estudiantes estén en mejores condiciones para desenvolverse en un mundo que los desafía con múltiples lecturas, y que conozcan historias como aquellas que, por ejemplo, nos enseñan que vale la pena luchar para salvar al prójimo, o en las que una familia lucha por permanecer unida. Pequeñas o grandes historias que, además de ofrecer la ocasión de disfrutar un buen momento, constituyen una ventana privilegiada para inspirar, pensar y postular futuros con senderos alternativos a los que transitan todos los días.

Se aprende dentro y fuera de la escuela. Sin embargo, hay un conjunto de saberes que es imposible construir solos, sin la guía de un maestro. El puede alentar y acompañar a sus alumnos a encontrar respuestas propias a las preguntas fundamentales del hombre, esas que han dado origen y robustecido las diferentes disciplinas. Hay muchísimos planteamientos de la literatura, la matemática, la historia o la geografía que no están disponibles y no aparecen necesariamente en lo cotidiano, y es la escuela el lugar en donde, además, se puede estudiar, cuestionar y compartir las respuestas que ya existen y formular nuevas preguntas.

El Quijote como inspiración

Los clásicos se encuentran entre aquellas producciones culturales que se pueden conocer casi exclusivamente en la escuela. Los clásicos tienen algo especial que distingue a muy pocos libros entre miles de obras aparentemente equivalentes. Eso los hace permanecer por generaciones. Si tenemos dudas, pensemos: por que tantos personajes famosos y de todos los tiempos han tomado explícitamente al Quijote para referir determinadas ideas?2 El escritor italiano Italo Calvino dice al respecto:

Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene para decir. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto mas nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

Un clásico es una obra tan bella y tan famosa que frecuentemente termina por ser demasiado explicada. Quizá por eso muchas veces en la escuela los clásicos son leídos mas como un aburrido ritual, que como una aventura llena de oportunidades para disfrutar. Aprovechemos la magia de estos tesoros universales: constituyen un punto de partida privilegiado hacia horizontes que vale la pena recorrer.

Si tenemos dudas, compartamos el caso del Quijote. Hoy igual que ayer, sigue habiendo demasiados entuertos por desfacer. Nos encontramos indiferentes y apurados en un mundo en el que la utopía y la solidaridad parecen no tener rating. Son tiempos en que la civilización va digiriendo con sentido común nuevas formas de eutanasia para las victimas de flagelos que no puede resolver, como la pobreza, el hambre, la violencia, el descuido por la tercera edad, las diferencias entre los hombres; tiempos en que se agudizan los prejuicios en la misma medida en que aumenta la indiferencia a los reclamos de los mas débiles.

También son días en los que lo llamado quijotesco ya no aparece ni siquiera como romántico, y la inmediatez no deja lugar a la imaginación, la ilusión, la contemplación ni al encuentro o al dialogo entre las personas.

En este contexto, creo que personajes como el creado por Cervantes pueden mostrarnos que una realidad distinta es posible.

Los alumnos pueden aceptar al Quijote como guía e inspiración hacia horizontes lejanos en los que los sueños, la utopía, el honor, la solidaridad, los derechos de todos, sean la prenda de amor de cada persona. Esta obra puede ser medio y fin porque de su lectura se desprenden naturalmente muchos de los valores que deseamos afirmar en la escuela.

En definitiva, la lectura es una posibilidad y un derecho cuyo ejercicio no tiene nada de espontáneo. Por el contrario, exige hábitos y habilidades que se aprenden con un maestro. La importancia de la lectura de libros reverdece como central y estratégica para aspirar a otras mas complejas y necesarias y, fundamentalmente, para descubrir, desear y construir horizontes.

Dinamica para el aula

En los capítulos 6 y 7 de la obra mayor de Cervantes, los familiares y allegados del Quijote culpan a la afición por la lectura que tiene el hidalgo de los males que lo aquejan. Dicen que le queman los sesos. Por ello, y para protegerlo, deciden quemar sus libros y tapiar la biblioteca de Don Alonso.3

A partir de esta historia, se puede invitar a los niños a discutir sobre la solución de los allegados al Quijote.

Generalmente, surge entre los chicos una enfática oposición al despojo del derecho a acceder a los propios libros, y a la pared que intenta eliminar hasta la referencia de la biblioteca. Ante esto, el profesor puede proponer abrir nuevas puertas en la biblioteca, refundarla y hacer una nueva selección de libros, los de los niños, sus libros: aquellos que ubicarían primero, los que les gustaría encontrar siempre allí, los que no dudarían en presentar o recomendar a un buen amigo.

La construcción compartida del nuevo catálogo para la biblioteca es, en realidad, el primer paso de una dinámica de trabajo en la que también los niños recomiendan lecturas, comparten opiniones, discuten, se entusiasman y suenan con sus libros, tal como le ocurría a Don Quijote.

Bibliografía

ACTIS, B., Viajeros extraviados, Bajolalunanueva, Rosario, 2000.

CALVINO, Italo, Por que leer los clasicos, Tusquets, Barcelona, 1999.

HUERGO, J., Comunicación-educación. Ambitos, prácticas y perspectivas, EPC, La Plata, 2001.

IANDI, O., Devorame otra vez, Planeta, Buenos Aires, 1992.

MEIRIEU, P., Frankenstein educador, Laertes, Barcelona, 1998.

ONG, Walter, Oralidad y escritura. Tecnologias de la palabra, FCE, Mexico [s. a].

SPIEGELl, A., Heroes invisibles, Homo Sapiens, Rosario, 2003.

-----, La vida cotidiana como recurso didáctico, Homo Sapiens, Rosario, 2000.

1Algunas de las indicaciones que Italo Calvino da a los lectores en el prologo de su novela Si una noche de invierno un viajero.
2En una interminable y heterogenea lista aparecen, por ejemplo, Jorge Luis Borges, Pablo Picasso, Simon Bolivar, Fernando Savater, Milan Kundera, Leon Felipe, Vladimir Nabokov, Thomas Mann y Ernest Hemingway.
3La lectura de estos capítulos abre la posibilidad de leer otros relatos reales o ficcionales, como Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, que también abordan la problemática de la censura.