6/4/09

BEATRIZ SARLO*

OPINION

Leer y escribir

No siempre el último invento anula los anteriores. La alfabetización digital no supera a la lectura ni a la escritura tradicionales.


BEATRIZ SARLO*
bsarlo@viva.clarin.com.ar


¿Cuánto tiempo lleva aprender a leer y escribir? La respuesta difiere si se trata de un chico o de un adulto, pero, como sea, nunca es menos de un año, siendo optimistas extremos. Aprender a leer traza un umbral, porque no se adquiere solamente una capacidad de descifrar signos, sino una máquina con la que se fabrica cualquier cosa. Se trata, por lo tanto, de algo que no puede ser comparado con nada.

Por eso, la idea misma de alfabetización digital tiene mucho de engañoso. Nadie se alfabetiza dos veces, precisamente por el carácter de límite entre un antes y un después que tiene el aprendizaje de esos signos abstractos y arbitrarios que son las letras. La alfabetización digital es sólo el dominio de unas de las posibilidades que ofrece la escritura: la de leer y escribir signos en una pantalla de computadora, conectada eventualmente a otro sistema de computadoras en red. Hay destrezas madres y destrezas hijas. La lectura y la escritura son algo así como la marcha sobre las dos piernas con el cuerpo erecto: se necesitaron millones de años para llegar a ella y todavía sigue siendo el modo de desplazamiento material básico de los humanos y hasta para moverse por la luna fue necesario saber caminar. No siempre el último invento anula todos los anteriores. Nadie pregunta qué hay que saber para hablar por celular: todos quieren hacerlo y todos aprenden. Se necesitaron muchos siglos para perfeccionar los sistemas de escritura y de cálculo que usamos hoy, que son muy antiguos y que todavía son la base, dentro de Internet y fuera de ella, para conservar mensajes y trasmitirlos.

Cuando las noticias (más o menos una vez por mes) se extienden sobre las dificultades que tienen los maestros argentinos con la alfabetización digital, pasan por alto el corazón del problema. Es cierto, como lo indican las investigaciones, que las escuelas argentinas están atrasadas en tecnología, que un tercio de los maestros nunca escribió un texto en computadora y que poco más de dos tercios no está conectado a Internet. También parece un caso de incuria local que otras naciones de América Latina estén más adelantadas en esos rubros.

Sin embargo, vuelvo a la pregunta inicial, agregándole un objeto: ¿Cuánto tiempo es necesario para aprender a manejar un procesador de textos, una hoja de datos sencilla, un cliente de correo electrónico y un buscador de contenidos en Internet?

Cualquiera que haya inspeccionado las ofertas de cursos en el mercado sabe que, en el peor de los casos, sólo pocos meses. Por supuesto, no se trata de mandar a los maestros a la academia de la esquina, sino de definir bien cuál es el problema. Alguien que sepa leer y escribir sin faltas de ortografía y que haya cursado varios años de secundario dominará cualquier buscador de contenidos en dos días o en dos horas. Quiero decir que estará en condiciones de ti-pear algunas palabras y recorrer las páginas de resultados. Sólo es necesario que la tecnología y la conexión a Internet estén económicamente a su alcance. Logrado esto, empieza lo verdaderamente difícil.

Internet es un mundo sin índices ni jerarquías reconocibles a primera vista. Cuando se habla de miles de millones de páginas, la palabra páginas describe algo bastante aproximado a lo que sucede: pantallas y pantallas de información escrita, visual o sonora que sólo en algunos casos (y hay que saber cuáles son) entregan lo que prometen en términos de contenidos. Como si alguien debiera buscar las respuestas a sus interrogantes en medio de una tormenta de hojas de libros sin encuadernar y sin numerar. Lo difícil no es manejar esa tecnología sino estar intelectualmente preparado para navegar esa masa indócil de datos. Como no se trata de un videojuego, más que tipear rápido es necesario pensar bien y haber acumulado antes la mayor cantidad de informaciones: cuanto más se sabe, cuantos más libros se han leído, mejores hojas se pescan en el torbellino de la red, donde las buenas soluciones las encuentran quienes también son capaces de encontrar las buenas soluciones en los libros impresos.

* ESCRITORA Y ENSAYISTA