
La "tecnofobia" desde Gutemberg
hasta la InternetRomán Mazzilli
En toda época existió la encarnadura del mal.
Aquello que nos hace "perder humanidad", o por lo menos "la cabeza".
Y no me refiero a las tentaciones de la carne ni a la poca disponibilidad interna de muchos sujetos para recibir la salvación.
No.
Me refiero, sí, a aquellos fenómenos que "sirven" para ver afuera de los individuos razones muy potentes que explican desvios de lo "correcto", alienación y adicciones diversas.
Puntualmente voy a hablar de las tecnologías. De lo que hoy se llaman las nuevas tecnologías en el campo de la comunicación.
A lo largo de este siglo aparecieron diversos inventos tecnológicos que modificaron radicalmente el mapa cotidiano de la gente: la radio, el cine, la televisión, la computadora y, recién sacada del horno, Internet.
Obviamente que no son tecnologías salidas de la nada y sin historia. Son producto del largo desarrollo de la experiencia cotidiana, de la ciencia y la técnica, que reconoce innumerables hitos de los cuales la creación de la imprenta y el teléfono son solo dos de los más impactantes y relativamente cercanos en el tiempo.
¿Encarnadura del mal la imprenta?...
La pregunta viene bien para empezar, por que hoy en día el libro es un objeto de culto en nuestra sociedad, así como los diarios y revistas en general.
¿Pero que pasó cuando Gutemberg dio a luz las primeras copias de la Biblia desencadenando uno de los fenómenos de multiplicacion mas impresionantes después del de los panes y los peces?
Se alzaron las voces cultas de la sociedad de entonces, los monjes cuidadores del saber y de los libros manuscritos, alegando que la imprenta, la reproducción de los libros, iba a llevar a la humanidad a la perdición.
No estaba la gente preparada para leer, para leer lo que le cayera en las manos sin filtro de los custodios del saber.
En "El nombre de la rosa", el excelente texto de Umberto Eco, el "Libro de la Risa", supuesto tercer tomo de la Poética Aristotélica, era guardado por el Venerable Jorge para que nadie tomase contacto con un texto que negaba las sagradas escrituras, que era portador de otra moral y otra filosofia. Así tambien en la trama de esa novela, los sacerdotes copistas eran asesinados uno a uno por la curiosidad de lectura del libro prohibido. La imprenta vino a patear el tablero de la exclusividad del saber y de su almacenamiento.
Hoy sabemos que fue un arma imprescindible en la lucha por la democratización de la sociedad, empuñado por los sectores progresistas de cada época.
¿Que se dijo del libro en la época de su nacimiento?
Que era un arma del diablo que enfermaba las mentes de las personas, que les cambiaba hasta el color de piel y ensombrecía el semblante -piénsese que se leía a la luz de velas, muchas veces a escondidas-. Además era un objeto que venia a destruir la comunión de la gente que hasta ayer nomás formaba rondas para escuchar las narraciones orales y hoy se aislaba para establecer contacto con un objeto: el libro.
¿Les suena esto?
El sujeto y un objeto...¡horror!. Un evidente ataque al vínculo de las personas perpetrado por un aparato que apareció hace quinientos años y todo indica que tiene para largo aun: la imprenta, y su producto preferido, el libro.
De ahí en más cada nueva tecnología en el campo de las comunicaciones fue recibida no solo con impacto y expectativas. Siempre era, para ciertos circulos ligados al saber, un elemento de engaño para las masas, un peligro que ellos debían detener o al menos denunciar ya que la gente "compraba" acriticamente.
¿Recuerdan las infinitas polémicas acerca de la televisión?
La caja boba, la inductora de violencia para las criaturas, la estupidizadora, la fragmentadora, la manipuladora, etc, etc.
Cada tanto reaparece, aunque sin la fuerza de otrora, en algun articulo de nuestros periódicos, en algun debate... televisivo o en los congresos de los científicos sociales y psicólogos, puestos a custodiar el Libro de la Risa de Aristóteles u Olmedo.
Y aparecieron los "apocalípticos y los integrados", los fanáticos de los medios en sí y los criticos a izquierda y derecha.
En nuestros ámbitos Psi, es casi el "tiro al pichón": la TV empobrece los vinculos, aliena al sujeto, inyecta violencia y sadomasoquismo...
"Yo no veo televisión" era casi un guiño en la década del '70 de un buen número de intelectuales y de gente de ideas.
Y claro, ¿como compartir los gustos con la masa, no?. Algo debía andar mal ahí, claro.
La TV fue un blanco exquisito del ataque de la inteligencia durante más de treinta años hasta que apareció (sonido de clarines, por favor) la computadora.
Otra vez "el mal" encontraba una manera de seguir robando la mente y la voluntad de los niños inocentes e incautos, otro ataque a los vínculos, nuevamente el sujeto, solo, con un objeto.
"¿Que va a pasar con esos chicos que pasan horas jugando solos con los videogames?". "Ya no necesitan de un otro, se volveran autistas", se desesperan los profesionales del divan.
Y los pibes, y no tan pibes, siguen frente a las pantallas como si nada.
Para colmo, como si la computadora y los "jueguitos" fueran poco, aparece Internet, (¿red de redes o rey de reyes?) y ahora si, grandes, chicos, hombres y mujeres, todos solos con la computadora, soñando que se comunican con el mundo mientras venden, sin saberlo quizás, el alma al mismisimo diablo.
Como antes con el libro, podriamos decir ahora que la piel de los que pasan horas navegando en la internet se palidiza, su semblante se oscurece y que pierden horas de sueño y vinculo tecleando solos frente a una pantalla luminosa.
¿El fin de la familia? ¿El fin de la comunicación cara a cara? ¿El fin del amor?. ¿Lo virtual es lo real?
Como ustedes imaginarán, yo tengo algunas respuestas para estos interrogantes. Pero como esta nota se hizo demasiado larga las dejo para la próxima vez, no sin antes dejar picando una hipótesis provocativa:
En la esfera de lo humano, tal vez, nada sea más real que lo virtual.